miércoles, 13 de julio de 2016

Juana de Arco (1412-1431)

" La Doncella de Orleáns" 

Juana de Arco (1412-1431)



 Llamada la "Doncella de Orleáns", heroína nacional y santa patrona de Francia.

Nacida en el seno de una família campesina, la infancia de Juana de Arco transcurrió durante el sangriento conflicto enmacado en la guerra de los Cien Años que enfrentó al delfín Carlos, primogénito de Carlos VI de Inglaterra por el trono francés, y que provocó la ocupación de buena parte del norte de Francia por las tropas inglesas y borgoñonas.

A los trece años, Juana de Arco confesó haber visto a San Miguel, a Santa Catalina y a Santa Margarita y declaró que sus voces la exhortaban a llevar una vida devota y piadosa. Unos años más tarde, se sintió llamada por Diós a una misión que no parecía al alcance de una campesina analfabeta: dirigir el ejército francés, coronar como rey al delfín en Reims y expulsar a los ingleses del país.
En 1428 viajó hasta Vaucouleurs con la intención de unirse a las tropas del príncipe Carlos, pero fue rechazada. A los pocos meses, el asedio de Orleans por los ingleses agravó la delicada situación francesa y obligó al delfín a refugiarse en Chinon, localidad a la que acudió Juana, con una escolta facilitada por Roberto de Baudricourt, para informar a Carlos acerca del carácter de su misión. Éste, no sin haberla hecho examinar por vários teólogos, accedió al fin a confiarle el mando de un ejército de cinco mil hombes, con el que Juana de Arco consiguió derrotar a los ingleses y levantar el cerco de Orleans, el 8 de mayo de 1429 (teniendo 17 años).
A continuación, realizó una serie de campañas victoriosas que franquearon al delfín el camino hacia Reims y permitieron su coronación como Carlos VII de Francia (17 de julio de 1429).
Acabado su cometido, Juana de Arco dejó de oír sus voces interiores y pidió permiso para volver a su casa, pero ante la insistencia de quienes le pedían que se quedara, continuó combatiendo, primero en el infructuoso ataque contra Paris de septiembre de 1429, y luego en el asedio de Compiègne, donde fue capturada por los borgoñones el 24 de mayo de 1430. Pero vinieron luego las envidias y entonces empezó para nuestra santa una época de sufrimiento y de traiciones contra ella. Hasta ahora había sido una heroína nacional. Ahora iba a llegar a ser una mártir. Muchos empleados de la corte del rey tenían celos de que ella llegara a ser demasiado importante y empezaron a hacerle la guerra.
Faltaba algo muy importante en aquella guerra nacional: conquistar a París, la capital, que estaba en el poder del enemigo. Y hacia allá se dirigió Juana con sus valientes. Pero el rey Carlos VII, por envidias y por componendas con los enemigos,  le retiró sus tropas y Juana fue herida en la batalla y hecha prisionera por los borgoñones.
Los franceses la habían abandonado, pero los ingleses estaban supremamente interesados en tenerla en la cárcel, y así pagaron más de mil monedas de oro a los de Borgoña para que se la entregaran y la senteciaran a la cadena perpetua.
Una vez en mano de los ingleses, Juana estaba perdida. Estos no podían condenarla a muerte por haberles derrotado, pero la acusaron de hechicería y de herejía. Como la brujería estaba entonces a la orden del día, la acusación no era extravagante. Además, es cierto que los ingleses y los borgoñeses habían atribuido sus derrotas a conjuros mágicos de la santa doncella.
Los ingleses la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel. Ella apeló al Sumo Pontífice, pidiéndole que fuera el Papa de Roma el que la juzgara, pero nadie quiso llevarle al Santo Padre esta notícia, y el tribunal estuvo compuesto exclusivamente por enemigos de la santa. Y aunque Juana declaró muchas veces que nunca había empleado brujerías y que era totalmente creyente y buena católica, sin embargo la sentenciaron a la másterrible de las muertes de ese entonces: ser quemada viva.
Cuando los verdugos encendieron la hoguera, Santa Juana pidió a un fraile dominico que mantuviese una cruz a la altura de sus ojos.
Invocava al Arcángel San Miguel, al cual siempre le había tenido gran devoción. Murió rezando y su mayor consuelo era mirar el crucifijo y pronunciando por tres veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu.
Era el 29 de mayo de 1431.
Tenía apenas 19 años.
Sus cenizas fueron arrojadas al río Sena. Varios volvieron a sus casas diciendo: "¡Estamos perdidos!¡Hemos quemado a una santa!"
Veintitrés años después de la muerte de Juana, su madre y dos de sus hermanos pidieron que se examinase nuevamente el caso, y el Papa Calixto III nombró a una comisión encargada de hacerlo. El 7 de julio de 1456, el veredicto de la comisión la rehabilitó plenamente, al declarar que la sentencia de Juana había sido una injusticia. El rey de Francia la declaró inocente.
Más de cuatro siglos y medio después, el 16 de mayo 1920, JUANA DE ARCO fue solemnemente canonizada por el Papa Benedicto XV.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario